La deuda de la tarjeta de crédito de John se había descontrolado. Su mujer había insistido en que viera a un consejero, así que, a regañadientes, aceptó ir. El consejero hizo una evaluación de sus ingresos y sus gastos, no iba a ser fácil. Al final, el consejero le propuso un plan, implicaría un cambio radical en el estilo de vida de John y se necesitarían diez años para resolver el problema.
John se estremeció al mirar las cifras. “Sé lo que tengo que hacer”, dijo. “El problema es que no quiero hacerlo”. La situación de John ilustra por qué el cambio es tan difícil: saber lo que hay que hacer es fácil; encontrar el corazón para hacerlo es difícil.
Dios nos ha dado Sus mandamientos, mostrándonos cómo debemos vivir. Los mandamientos no son difíciles de entender, el problema es encontrar el corazón para obedecerlos. Pero Dios nos ha dado una promesa que hace posible un cambio real, profundo y duradero en nuestras vidas.
Dios le dijo al profeta Jeremías que haría un nuevo pacto y el corazón del nuevo pacto es un cambio en el corazón: “Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel… Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré” (Jeremías 31:33).
Alguien me dijo hace poco: “Pastor, a mí me llevaban a la iglesia cuando era niño y no tenía nada claro, no entendía lo que se decía, y cuando lo hacía, me hacía sentir mal. Era aburrido, y no podía ver cómo era relevante para mi vida. Todo era una cuestión de obligación impuesta, y en cuanto tuve la oportunidad, lo dejé”.
Si esa fue tu experiencia, tal vez te preguntes: “¿Es realmente posible amar a Dios de corazón?”
El problema con el corazón
El corazón es tortuoso y a veces bastante desconcertante. No puedes predecir la dirección que tomará tu corazón: “Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá?” (Jeremías 17:9).
La razón por la que el corazón es desconcertante es que el pecado lo ha desfigurado: “El pecado… está escrito con cincel de hierro. Con punta de diamante está grabado sobre la tabla de su corazón” (17:1). Al igual que los ladrones que irrumpen y rocían obscenidades en las paredes de tu sala, el pecado es un enemigo que ha vandalizado tu corazón.
Cuando el pecado se escribe en tu corazón, se graba en tu carácter; crea el poder del hábito, y es la fuente de las luchas dentro de ti. La intensidad de la lucha variará; para algunos, el corazón se ha convertido en un lugar donde las cosas sucias y feas están profundamente grabadas, para otros, los efectos desfiguradores del pecado son menos severos, pero la Biblia es clara al decirnos que, en algún grado, el pecado está garabateado en cada corazón humano.
Nadie ha hablado con más fuerza sobre el problema del corazón humano que Jesús. Dijo: “Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23).
Cuando el rey David se arrepintió de su pecado de adulterio, pidió a Dios dos cosas. En primer lugar, dijo: “Purifícame con hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve” (Salmo 51:7). David sabía que necesitaba ser perdonado, lavado y limpiado.
Pero no se detuvo ahí, sabía que necesitaba algo más que el perdón, y por eso oró: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Salmo 51:10). David le pidió a Dios que se ocupara de su corazón, porque sabía que, a menos que su corazón cambiara, lo llevaría de nuevo por el mismo camino pecaminoso. Así que oró: “¡Señor, ocúpate del corazón que me llevó a hacer esto!”.
Limpiando el grafiti
Tu corazón es el centro de control de tu vida. A veces hablamos de “la forma en que estamos conectados”. Eso lo dice todo, hay una inclinación dentro de nosotros que impulsa nuestras elecciones; así que cuando hablamos del corazón, estamos hablando del núcleo del ser de una persona.
Cuando Dios dijo que escribiría Su ley en nuestros corazones, estaba describiendo un cambio fundamental que cada uno de nosotros necesita. Si vas a vivir la clase de vida que Dios te llama a llevar, Su ley tendrá que ser trabajada en tu corazón para que las reglas externas se conviertan en deseos internos.
No puedes vivir una vida justa simplemente porque Dios dice: “Lo harás”. Si vas a llegar a ser lo que Dios quiere que seas, debe haber una transformación interior que te lleve al punto de decir libremente: “Lo haré”. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo puede ocurrir eso?
El miedo no cambiará tu corazón
Algunas personas piensan que la disciplina estricta y el miedo a las consecuencias les dará un buen carácter. El miedo tiene su lugar, puede modificar el comportamiento, pero no puede cambiar el corazón. Cuando Dios dio la ley en el Monte Sinaí, la gente estaba absolutamente aterrorizada. Pero a las pocas semanas, estaban bailando alrededor del becerro de oro (Éxodo 32). El miedo no hizo nada para cambiar sus corazones.
La prosperidad no cambiará tu corazón
Hay otros que piensan que la respuesta a la condición humana es principalmente social y económica. El argumento es que si la gente no tiene suficiente dinero o sufre de baja autoestima, no tendrá esperanza, y la manera de cambiar esto es a través de programas de ayuda económica y reforma social.
De nuevo, hay algo de verdad en esto. Pero cuando Dios llevó a Su pueblo a una tierra que mana leche y miel y los bendijo con libertad, prosperidad y oportunidades, sus corazones no eran diferentes a cuando estaban en el desierto. No se puede borrar el grafiti del pecado en el corazón humano cambiando las circunstancias de una persona.
La religión no cambiará tu corazón
¿Podría venir a la iglesia, decir oraciones, o leer la Biblia traer un cambio de corazón? De nuevo, estas son cosas buenas y correctas, pero no tienen el poder de cambiar el corazón. Antes de su conversión, el apóstol Pablo estaba dedicado a una vida religiosa, quería seguir la ley de Dios, pero descubrió que su corazón le tiraba en otra dirección: “Porque lo que hago no lo entiendo”, dijo. “Porque no practico lo que quiero hacer, sino que hago lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15). La ley era impotente para cambiarle, la ley se vio superada por la disposición predominante de su corazón.
Los padres a menudo suponen que si ejercen una disciplina adecuada, fomentan la autoestima y llevan a sus hijos a la iglesia, tendrán un buen corazón; pero a menudo se alarman al descubrir que hay una inclinación en el corazón de sus hijos que los lleva en la dirección equivocada.
Tal vez veas esa misma lucha en ti mismo. Sientes que necesitas cambiar y vivir una vida mejor, pero cuando lo intentas, descubres con asombro que el impulso de tu corazón hacia el egoísmo, el orgullo, la lujuria y la avaricia son tan fuertes como antes. Entonces, ¿cómo puede cambiar tu corazón?
Cómo comienza la nueva vida
Dios dice: “Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo” (Jeremías 31:33). Sólo Dios puede cambiar tu corazón. Por mucho que lo intentes, no puedes alinear tu corazón con la ley de Dios, es imposible. Así que Dios dice: “Yo haré lo que tú eres incapaz de hacer, escribiré mi ley en tu corazón”.
La Biblia llama a este cambio de corazón “regeneración” (Tito 3:5). Esta obra de Dios te da un nuevo amor por Él, una nueva hambre por Su Palabra, y un nuevo deseo de caminar en Sus caminos.
La mejor ilustración que conozco de la regeneración es la forma en que comienza una vida humana. La semilla viva viene, y de una manera secreta, misteriosa y maravillosa, una nueva vida es concebida. Es instantáneo, ocurre en un momento. Una nueva vida ha comenzado dentro del cuerpo de la mujer, y lo más sorprendente es que en ese momento puede que ni siquiera sea consciente de ello.
Al día siguiente, va a trabajar y parece que todo sigue igual, pero unas semanas después, empieza a sentir que algo está cambiando en su interior. Algo se siente diferente, y se pregunta: ¿Podría estar embarazada?
Quizás puedas mirar atrás y ver cómo Dios ha cambiado tu corazón. Hubo un tiempo en que no respondías a Dios, pero luego las cosas empezaron a cambiar. Tuviste una nueva hambre de Dios, un nuevo sentido de tu propia necesidad, y un nuevo deseo de ser limpio.
Esta es la explicación: has sido regenerado, una nueva vida ha sido implantada dentro de ti por el poder del Espíritu Santo. Esto puede haberte ocurrido sin que lo sepas, pero, como en todo embarazo, ¡al final se notará! El arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo son la primera evidencia visible de la nueva vida que viene de Dios.
Un nuevo corazón
En una ocasión, un hombre muy respetado llamado Nicodemo vino a hablar con Jesús. “Es necesario nacer de nuevo”, le dijo Jesús (Juan 3:7). El problema fundamental de este hombre moral y religioso era que necesitaba un nuevo corazón.
Nicodemo estaba confundido. ¿Cómo podía un hombre de mediana edad volver al vientre de su madre y nacer de nuevo? Jesús le explicó que no estaba hablando de un nacimiento físico sino espiritual: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (3:6). Nicodemo necesitaba una obra del Espíritu Santo en su interior que le diera un nuevo corazón.
Cuando estés en el cielo, lo que está en tu corazón se convertirá en todo tu ser. Si Dios ha implantado una nueva vida en tu corazón, tu deseo más profundo será satisfecho. En la presencia de Dios, te convertirás en la persona que anhelas ser.
Esto es lo que descubrimos hoy:
El problema del corazón humano es que está pintado con el grafiti del pecado. Nuestra gran necesidad es que la ley de Dios sea escrita en nuestros corazones para que lo que Él manda se convierta en lo que deseamos. Sólo Dios puede escribir Su ley en nuestros corazones, y vino a nosotros en Jesucristo para hacerlo posible. “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura, de lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38).