En el Antiguo Testamento hay tres funciones de liderazgo distintas: profeta, sacerdote y rey. Los profetas estaban en la presencia de Dios y escuchaban la Palabra de Dios para poder hablar de ella al pueblo. Los profetas daban liderazgo en el ámbito de la verdad.
El ministerio de los sacerdotes estaba relacionado con el culto, ofrecían oraciones y sacrificios en el templo, y llevaban al pueblo a la presencia de Dios a través de un ministerio de cuidado y consejo pastoral.
Los reyes llevaban al pueblo a la batalla y lo protegían de sus enemigos. También eran responsables de guiar al pueblo por los caminos correctos para que siguiera disfrutando de la bendición de Dios.
Estos tres ministerios, tomados en conjunto, nos muestran el plan de Dios para el liderazgo. El profeta debía guiar al pueblo hacia la verdad, el sacerdote debía llevar al pueblo hacia Dios, y el rey debía guiar al pueblo hacia la justicia. El ministerio del profeta consistía en revelar, el del sacerdote en reconciliar y el del rey en gobernar.
El líder pastor
La imagen del pastor reúne las funciones del profeta, el sacerdote y el rey en una hermosa imagen que abarca las tres dimensiones del liderazgo bíblico.
El pastor apacienta a las ovejas, alimentando al pueblo de Dios con una dieta saludable de la Palabra de Dios. El pastor busca a las ovejas, encontrando la oveja perdida y trayéndola de vuelta. El pastor guía a las ovejas, dando dirección y protección al rebaño. Así que cuando Dios habla de los pastores, está hablando de todo lo que implica guiar a Su pueblo.
La mayoría de las profesiones tienen un sistema de hacer una revisión o evaluación anual de cómo se han desempeñado los empleados en sus funciones. Dios había confiado a los pastores de Israel una gran responsabilidad, y en Ezequiel 34 da una evaluación de su desempeño. No fue una buena evaluación: «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: “Así dice el Señor DIOS: ‘¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?'”» (Ezequiel 34:2).
Dios presentó tres cargos contra los líderes de Su pueblo: abusaron de su poder, tergiversaron la verdad y descuidaron al Señor.
Líderes que abusan de su poder
El pueblo de Dios sufrió bajo un patrón consistente de abuso. Muchos reyes fueron malvados, e incluso los mejores reyes terminaron poniendo grandes cargas sobre el pueblo. Dios los acusó por su completo fracaso en el cuidado de su rebaño: “Ustedes no han fortalecido a las débiles, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, no han buscado a la perdida; sino que las han dominado con dureza y con severidad” (34:4).
Líderes que tergiversaron la verdad de Dios
Dios también acusó a los que decían ser profetas pero sustituían la Palabra de Dios por sus propias opiniones: «Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel que profetizan, y dile a los que profetizan por su propia inspiración: Escuchen la palabra del SEÑOR. “Así dice el Señor DIOS: ‘¡Ay de los profetas necios que siguen su propio espíritu y no han visto nada!'”» (13:2-3).
Estos líderes estudiaron la cultura para descubrir lo que la gente quería oír. Luego, moldearon su mensaje para que se ajustara a las necesidades sentidas del momento. En la época de Ezequiel, estos profetas desviaron al pueblo de Dios al decir “paz” cuando Dios había dicho que no habría paz (13:10). Lo que Dios decía no les importaba, su ministerio no estaba impulsado por la verdad sino por la demanda.
Líderes que descuidan al Señor
A los sacerdotes se les dio el ministerio de llevar a la gente a Dios, pero se concentraron en ayudar a la gente a estar en paz consigo misma en lugar de ayudarla a encontrar la paz con Dios. No ejercían un ministerio de oración ni mostraban a la gente cómo reconciliarse con Dios: “Sus sacerdotes han violado Mi ley y han profanado Mis cosas sagradas; entre lo sagrado y lo profano no han hecho diferencia, y entre lo inmundo y lo limpio… y he sido profanado entre ellos” (22:26).
Cuando Dios miró a los pastores de Israel, vio terribles abusos de poder, una tergiversación deliberada de la verdad y un descuido de Dios mismo. El efecto de todo esto fue que el rebaño de Dios estaba mal alimentado, las ovejas no eran cuidadas y no estaban protegidas.
Tiempo para un nuevo pastor
Dios consideró intolerable la situación de Su pueblo, por lo que decidió intervenir: “Yo apacentaré mis ovejas… declara el Señor DIOS” (34:15). Dios estaba diciendo: “Yo seré el profeta, el sacerdote y el rey de Mi pueblo, les llevaré personalmente la verdad, vendré a Mi pueblo y cuidaré de él Yo mismo, los protegeré personalmente y los guiaré por los caminos correctos”.
¿Cómo lo hará Dios? Adelanta la historia otros seiscientos años, y Jesucristo nace en el mundo. Vio que el pueblo de Dios era “como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36) y se compadeció de ellos. Dijo: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11). “Todos los que vinieron antes de Mi son ladrones y salteadores” (10:8). Ellos explotaron a las ovejas, pero Jesús dio Su vida por las ovejas (10:11). Ellos sacrificaron a las ovejas, pero Jesús vino para que las ovejas tuvieran vida (10:10).
Jesús es el Buen Pastor que alimenta a las ovejas, busca a las ovejas y las guía. Él te alimentará en la verdad, te traerá de vuelta y te restaurará cuando te extravíes (Lucas 15:5-6). Te protegerá de tus enemigos, y cuando llegue la muerte, te llevará a la vida eterna: “Mis ovejas… no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28).
Liderazgo abusivo
Jesús tiene una ternura especial hacia las personas que han sufrido bajo líderes abusivos porque Él mismo sabe lo que es sufrir bajo pastores abusivos. Cuando grandes multitudes se acercaron a Jesús, los líderes religiosos de la época vieron el peligro de perder su rebaño. Así que hicieron arrestar a Jesús, y el Buen Pastor fue llevado a juicio por los pastores de Israel.
Cuando Jesús fue juzgado ante Caifás, fue escupido, abofeteado y golpeado (Mateo 26:67). Cuando Jesús fue enviado a Herodes, el rey no hizo nada para defenderlo. Cuando Jesús fue llevado ante Pilato, el gobernador no mostró ningún interés por la verdad (Juan 18:38). Su decisión sobre Jesús no se basó en la justicia, sino en el estado de ánimo imperante en el pueblo. Pilato se lavó las manos y entregó a Jesús para que fuera crucificado.
Tu Salvador sabe lo que es sufrir bajo pastores que abusan del poder, tergiversan la verdad y se preocupan más por ellos mismos que por Dios. Si has sufrido bajo un liderazgo abusivo, tienes un Salvador al que puedes acudir.
El Buen Pastor
Jesús, el Buen Pastor, dice: “Buscaré la perdida, haré volver la descarriada, vendaré la herida y fortaleceré la enferma; pero destruiré la engordada y la fuerte. Las apacentaré con justicia” (Ezequiel 34:16).
“Perdido” significa que no sabes dónde estás, y que no puedes encontrar el camino de vuelta a donde necesitas estar. Si hoy te sientes perdido, Jesús vino a buscarte y a salvarte, y si te entregas a Él, te llevará a casa.
“Extraviado” significa que te has alejado de las otras ovejas, estás aislado, y porque estás solo, eres vulnerable. Pero Jesús puede traerte de vuelta.
“Herido” significa que algo sucedió en tu vida que realmente te hirió. Tal vez fuiste herido por alguien que abusó del poder o tergiversó la verdad. Jesús te dice hoy: “Yo vendaré tus heridas”. Ahora puedes decir: “¡Mis heridas son demasiado profundas!”, pero no hay ninguna herida que Cristo no pueda curar.
“Débil” significa que no tienes la fuerza para hacer lo que tienes que hacer. Si no sabes cómo vas a afrontar esta semana, Jesús se ofrece a darte fuerzas.
Qué cosa tan maravillosa es ser totalmente poseído y dirigido por el Hijo de Dios. Cuando puedas decir: “El Señor es mi pastor”, también podrás decir: “Nada me faltará” (Salmo 23:1).
Pero entonces Dios dice: “A los gordos y a los fuertes los destruiré”. Los gordos y los fuertes son los que sienten que no necesitan al pastor. Dios hará justicia a todos los que abusan del poder y a todos los que se resisten a Su gobierno.
Esto es lo que descubrimos hoy:
Pastorear el rebaño de Dios implica los ministerios del profeta, el sacerdote y el rey. Aquellos a quienes Dios confía la responsabilidad del liderazgo en la iglesia no deben abusar de sus posiciones. Es un abuso de privilegio enseñar las propias opiniones, descuidar las necesidades espirituales del pueblo de Dios o imponerles cargas innecesarias.
Los líderes eficaces enseñarán la verdad de Dios, pastorearán al pueblo de Dios y guiarán al rebaño de Dios por caminos que le sean agradables. Se enfocarán en estos deberes porque son responsables ante el Gran Pastor, Jesucristo, quien dio Su vida por las ovejas (Hechos 20:28).