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Juan 16:4–15

Pero les he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, se acuerden de que ya les había hablado de ellas. Y no les dije estas cosas al principio, porque Yo estaba con ustedes.

»Pero ahora voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: “¿Adónde vas?”. Pero porque les he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado su corazón.

»Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré.

»Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en Mí; 10 de justicia, porque Yo voy al Padre y ustedes no me verán más; 11 y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.

12 »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden soportar. 13 Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir. 14 Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y se lo hará saber a ustedes. 15 Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que Él toma de lo Mío y se lo hará saber a ustedes.

(NBLA)

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Algunas personas que tienen razonablemente claro que Dios es el Padre y Dios es el Hijo están bastante confundidas cuando se trata de Dios el Espíritu Santo. Entendemos que sin el Padre, el Hijo nunca habría sido enviado al mundo, podemos ver que sin el Hijo no habría habido sacrificio en la cruz, ni tumba vacía, y no podríamos ser salvados. ¿Pero qué pasaría si no existiera el Espíritu Santo? ¿Qué diferencia habría? ¿Qué importancia tiene esta tercera persona de la Trinidad?

Imagina a un hombre increíblemente rico. Se llama Stavros y a lo largo de los años ha acumulado miles de millones de dólares.

Cuando Stavros muere, su abogado abre el testamento. Es un documento extenso, de cientos de páginas, y los beneficiarios están por todo el mundo. Hay que encontrar a cada uno de ellos y comunicarles el legado y, según los términos del testamento, hay que llevar a cada uno de ellos a la casa de Stavros para que reciban lo prometido. El abogado tiene mucho trabajo por delante.

La Biblia nos dice que Cristo ha comprado una maravillosa herencia para nosotros. Mediante Su muerte y resurrección, nos ha abierto el camino para reconciliarnos con Dios y entrar en la vida eterna. La voluntad de Dios ha sido firmada por el Padre y sellada por el Hijo, pero lo que ha sido firmado y sellado todavía tiene que ser entregado.

Una cosa es que se ofrezca un don y otra que se reciba ese don. Y todo lo que Cristo ha hecho será inútil y sin valor para nosotros hasta que recibamos lo que Él ofrece.

Entonces, ¿cómo se nos puede entregar la voluntad de Dios? La respuesta es por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo trae lo que Jesús ha logrado en la cruz y lo aplica personalmente a nosotros.

Sin el Espíritu de Dios, la salvación seguiría siendo una posibilidad teórica, pero nunca sería una realidad para nadie. Si no existiera el Espíritu Santo, nadie llegaría al cielo. Sin el Espíritu, todo lo que Jesús ha hecho sería como un testamento que nunca se leyó, un regalo que nunca se abrió, una herencia que nunca se disfrutó.

El Perturbador de la Paz de Dios

Cristo ofrece el perdón de los pecados, la justicia de lo alto y la liberación del juicio venidero, pero la mayoría de la gente no siente que necesita lo que Cristo ofrece. Por eso la primera obra del Espíritu Santo es perturbar nuestra paz. “Cuando él [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).

Piensa en abrir una lata de pintura, probablemente utilizarías un destornillador u otro tipo de palanca para abrir la tapa. Alrededor de la tapa de la lata hay un borde que funciona como un pivote para la palanca. Si no hubiera un borde, la palanca no tendría nada de lo que tirar. Una palanca tiene que tirar de un pivote.

El evangelio es como una palanca, y depende de la conciencia del pecado como su pivote. Si una persona no tiene sentido del pecado, el evangelio no tendrá “tirón” en la vida de esa persona y será como una palanca sin pivote.

El evangelio funciona cuando el Espíritu Santo crea un sentido de pecado dentro de nosotros, y es por eso que Su primer trabajo es perturbarnos al convencernos de pecado. Descubrir tu pecado es el primer paso para encontrar la paz con Dios.

Los tres despertadores de Dios

La primera obra del Espíritu Santo es mostrarnos lo que está mal, para que veamos nuestra necesidad y estemos dispuestos a escuchar el evangelio. Esto nunca es cómodo, a nadie le gusta que lo despierten cuando está durmiendo, pero si su casa está en llamas, estará agradecido con la persona que le avise.

El Espíritu Santo nos molesta, no porque esté en contra de nosotros, sino porque ve la posición en la que estamos, y nos ama demasiado como para dejarnos ahí. ¡Tienes que salir de donde estás! ¿No ves el peligro que corres? ¡El pecado y la justicia y el juicio! ¡No puedes quedarte ahí!

Mi esposa, Karen, y yo tenemos tres despertadores en nuestro dormitorio. El primero nos despierta suavemente con música, el segundo está programado para unos minutos más tarde en caso de que nos durmamos con el primero, y es más perturbador; el tercero está programado aún más tarde, y es el último recurso si todo lo demás falla. Hace un sonido horrendo, y el día comienza mucho mejor si nos levantamos antes de su ensordecedor estallido.

Dios tiene tres maneras de interceptar el pecado en la vida de una persona. Se podría pensar en ellas como tres despertadores:

La primera es el trabajo suave del Espíritu de Dios abriendo tu conciencia y revelando lo que está mal para que puedas cambiarlo. Si te duermes, el Espíritu Santo puede hablar más fuerte y directamente. Eso es lo que le ocurrió a David, Dios expuso su pecado a través del profeta Natán, se hizo de conocimiento público, y en ese momento, David se volvió a Dios en arrepentimiento.

Si una persona ignora la segunda alarma de Dios, su situación se vuelve peligrosa. Eso es lo que le ocurrió al Faraón, Dios le envió a Moisés, pero el faraón se negó a escuchar la orden de Dios, incluso cuando se le confrontó directamente. Siguió endureciendo su corazón, y finalmente el Faraón cayó bajo el juicio de Dios.

Considera estas tres alarmas: el trabajo silencioso del Espíritu de Dios en la apertura de la conciencia, Dios exponiendo un pecado secreto, y el juicio directo de Dios Todopoderoso. ¿Cuál de estas tres te gustaría que Dios usara para despertarte?

Mostrarnos nuestro pecado es la primera obra del Espíritu. Gracias a Dios, no es la última. Él nos despierta a nuestros pecados, pero nunca nos deja ahí.

Encender el foco

Cuando un edificio está iluminado, puedes ver su belleza, pero sin el reflector, su belleza quedaría oculta en la oscuridad.1 El Espíritu Santo es como un reflector que ilumina a Jesús: Él ilumina la verdad que sin Él no veríamos, Él abre nuestro entendimiento para ver quién es Jesús y lo que ha logrado.

Jesús dijo: “Cuando venga el Consolador… dará testimonio de Mí” (Juan 15:26). “Él [el Espíritu Santo] me glorificará, porque tomará de lo Mío y se lo hará saber a ustedes” (16:14). Al igual que el reflector, el Espíritu Santo no se centra en sí mismo, sino que dirige nuestra atención a Jesús.

El Espíritu Santo tiene un hermoso ministerio, nos muestra nuestra necesidad de un Salvador, y nos muestra que Jesús es el Salvador que necesitamos, luego une a los dos. El Espíritu Santo es el casamentero del cielo, Él nos trae a Cristo y nos une a Cristo, para que todo lo que Jesús logró en la cruz se convierta en nuestro.

El Espíritu Santo es una persona

Hablando del Espíritu Santo, Jesús dijo: “Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre” (14:16). Observa que Jesús no dice: “Les enviaré ayuda”. Dice: “Les enviaré un Consolador”. Durante tres años, Jesús había sido el consejero de los discípulos, y el Espíritu Santo seguiría siendo todo lo que Jesús había sido para ellos.

El Espíritu Santo es tan persona como el Padre y el Hijo, así que no debemos pensar en Él simplemente como un poder o una fuerza. La Biblia habla de mentir al Espíritu Santo y de contristar al Espíritu (Hechos 5:3; Efesios 4:30). No se puede mentir a una fuerza, y no se puede contristar a un poder. Una ráfaga de energía nunca podría ser para los discípulos todo lo que era Jesús.

Jesús dijo a Sus discípulos: “Yo voy al Padre” (Juan 14:12), pero “Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre, es decir, el Espíritu de Verdad” (14:16-17). Pero entonces Jesús dijo: “vendré a ustedes” (14:18). La presencia del Espíritu con los discípulos significaría que Cristo mismo estaba realmente con ellos.

Entonces Jesús dijo algo aún más sorprendente: “Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” (14:23). Así pues, donde esté el Espíritu, tanto el Padre como el Hijo harán Su hogar.

No se puede conocer al Padre sin el Hijo, ni al Hijo sin el Espíritu. Es a través del Hijo que el Padre se ha dado a conocer, y es el Espíritu Santo quien nos lleva a Jesús.

“En” y “Con”

Jesús utilizó dos palabras para describir nuestra relación con el Espíritu Santo: “mora con ustedes y estará en ustedes” (14:17). El Espíritu Santo está con nosotros, aquí hay una distinción, así que no caigas en la trampa de confundir lo que piensas y dices con la mente del Espíritu. Los cristianos sabios permitirán que otros prueben lo que decimos. El Espíritu está con nosotros, y a menudo necesitamos que nos corrija.

Jesús también dijo que el Espíritu estaría en los discípulos, aquí hay una unión. El Espíritu es más que un mentor que nos muestra lo que debemos hacer y luego nos deja hacerlo, Él habita en nosotros, y Su presencia hace posible la vida cristiana. 

Jesús dijo: “les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, lo enviaré” (Juan 16:7). Esto significaba claramente que los discípulos, que habían estado con Jesús durante tres años, recibirían más. Jesús había estado “con” ellos, pero ahora, por el Espíritu, estaría “en” ellos.

Es natural que pensemos que tenemos menos que los primeros discípulos que siguieron a Jesús, pero los creyentes cristianos tienen más. El Espíritu Santo —el Espíritu de Jesús mismo— vive “en” ti. ¡Eso es más, no menos!

Esto es lo que descubrimos hoy:

Dios el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, y Su ministerio es central para nuestra salvación. No podríamos ser salvados sin la obra del Hijo de Dios en la cruz, y no seríamos salvados sin la obra del Espíritu de Dios en nuestros corazones.

El Espíritu Santo nos perturba para que veamos nuestro pecado y comprendamos nuestra necesidad del Salvador. Y así como perturba, también ilumina para que podamos ver la gloria de Jesús. Si has llegado a la fe en Jesucristo, el Espíritu de Dios vive en ti (1 Corintios 6:19; 12:13). Así que no digas nunca que no puedes cambiar.

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Analiza las siguientes preguntas con otra persona o úsalas para profundizar en la Palabra de Dios.
  1. ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en nuestra salvación?
  2. ¿Cuál es la primera obra del Espíritu Santo en la vida de una persona? ¿Cuál ha sido tu experiencia al respecto?
  3. ¿Cuáles son las tres maneras en que Dios despierta a las personas? ¿Eres personalmente consciente de que Dios utiliza alguna de ellas en tu propia vida?
  4. El Espíritu Santo es como un foco que ilumina a Jesús. ¿Cuál es un aspecto sobre Jesús que has llegado a ver claramente a través de tu estudio de la Biblia?
  5. Responde a la afirmación: "Él [el Espíritu Santo] mora con ustedes y estará en ustedes”
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